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Arrastradas por las tormentas y barridas por las iras de los dioses, dos de sus naves naufragaron y sólo la tercera, en la que iba el propio Balduino, logró capear el temporal y fondear en una pequeña bahía de una desconocida isla. Pero no se trataba de la sagrada Balesto. Habían arribado a la isla de Soltea. | Arrastradas por las tormentas y barridas por las iras de los dioses, dos de sus naves naufragaron y sólo la tercera, en la que iba el propio Balduino, logró capear el temporal y fondear en una pequeña bahía de una desconocida isla. Pero no se trataba de la sagrada Balesto. Habían arribado a la isla de Soltea. | ||
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Revisión del 02:32 3 jun 2010
Balduino Cazatormentas, célebre navegante de Sitene, embaucó en una ocasión a un acaudalado noble para que le financiara una expedición en busca de la mítica isla de Balesto.
Arrastradas por las tormentas y barridas por las iras de los dioses, dos de sus naves naufragaron y sólo la tercera, en la que iba el propio Balduino, logró capear el temporal y fondear en una pequeña bahía de una desconocida isla. Pero no se trataba de la sagrada Balesto. Habían arribado a la isla de Soltea.
Esta isla se levanta a los pies de los Montes Thalianos, en medio de un gran golfo que forma la costa zantúrea. El clima allí es extremadamente frío, y helados vientos barren sus costas, dónde sólo crecen unos miserables arbustos bajos y líquenes. Grandes rocas coronan sus costas, semejando gigantes de piedra en la distancia.
Allí el pobre Balduino esperó ayuda, subsistiendo a base de pingüinos y musgo, pues su nave había quedado inservible. Durante seis años se sentó entre las piedras con la vista en el horizonte, buscando una vela distante o alguna otra señal.
Finalmente, un carguero lénico, extraviado durante un temporal que duró varias noches seguidas, se acercó a las costas y pudo rescatar a Balduino y otros tres supervivientes de la tripulación, haciendo posible que este relato haya llegado hasta nosotros.