Vinya Amaloen
Vinya fue un hombre mortal, tan bello y tan hermoso que era admirado y amado tanto por los dioses como por los hombres. Pero él había entregado su amor a la Dama Silenciosa. Ésta visitó a Vinya y miró en su corazón, y lo amó con pasión.
Durante un tiempo la pareja vivió su idilio felices y amantes. Incluso hay quien habla de unas niñas, dos gemelas fruto de esta relación entre un dios y un mortal. Pero con el transcurrir de los años una sombra oscurecía el corazón de Ruballa, pues los inviernos de Vinya se escapaban, y ni siquiera contaba con la larga vida de los yag. Entonces la diosa recurrió a su poder y mediante oscuros ritos nigrománticos logró que la sangre de Vinya pudiera ser renovada y mantener con vida al joven mortal. Pero Vinya Amalöen no halló reposo, y su cuerpo reclamaba nueva sangre continuamente. Y aunque su carne no envejecía ni se corrompía, su belleza se perdió, y aborrecía la compañía de los vivos y su luz.
Así nació el primer vampiro, y su estirpe maldita ha perturbado el sueño de los vivos aún hasta nuestros días. Pues al cabo de varios siglos Vinya adquirió el suficiente poder para convertir a otros a su misma condición, cediendo parte de su esencia.
Nadie sabe si Vinya, el Padre de los Vampiros, sigue vivo en algún remoto rincón de Mundo.