Diferencia entre revisiones de «Ruballa»

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Las Hasmaritas son solamente mujeres, en su mayoría viudas de guerra. Cubren su cuerpo y su rostro con mantos, morados en el caso de las hermanas velantes, y amarillos para la Máxima Adoratriz de Hasmar, quien dirige el funcionamiento del mortuorio.
Las Hasmaritas son solamente mujeres, en su mayoría viudas de guerra. Cubren su cuerpo y su rostro con mantos, morados en el caso de las hermanas velantes, y amarillos para la Máxima Adoratriz de Hasmar, quien dirige el funcionamiento del mortuorio.


El cometido de esta hermandad, es el de preparar las almas de los moribundos y los cuerpos de los difuntos antes del sepelio, para que puedan ser llamados a la mesa de su dios protector y no queden vagando en la nada, a merced del beso de Ruballa. Además de guiar a las gentes en sus últimas plegarias, las hasmaritas preparan la mortaja con los símbolos de la deidad del difunto, pequeñas medallas y colgantes, que se prenden en el sudario y se entierran junto al cuerpo del fallecido con la creencia de que así se evita su retorno como siervo de Ruballa.  
El cometido de esta hermandad, es el de preparar las almas de los moribundos y los cuerpos de los difuntos antes del sepelio, para que puedan ser llamados a la mesa de su dios protector y no queden vagando en la nada, a merced del beso de Ruballa. Además de guiar a las gentes en sus últimas plegarias, las hasmaritas preparan la mortaja con los símbolos de la deidad del difunto, pequeñas medallas y colgantes, que se prenden en el sudario y se entierran junto al cuerpo del fallecido con la creencia de que así se evita su retorno como siervo de la Dama Silenciosa.


Pese a que su labor es importante y necesaria, el pueblo tiende a mirar a las Hasmaritas con recelo, llevados por la superstición y por lo peculiar de su oficio, que mantiene a éstas mujeres en permanente contacto con la muerte.   
Pese a que su labor es importante y necesaria, el pueblo tiende a mirar a las Hasmaritas con recelo, llevados por la superstición y por lo peculiar de su oficio, que mantiene a éstas mujeres en permanente contacto con la muerte.   

Revisión del 22:39 4 may 2012

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Ruballa, hija de Trako, es la diosa de la muerte, señora de los Páramos Desolados y destino final de toda alma de Mundo si ningún dios la reclama. Su macabra labor jamás termina, pues su poder es lo que separa la vida de la muerte.

Datos generales

Mitos y leyendas

Ruballa es la primogénita de los hijos de Trako. Según la leyenda, el odio del dios del fuego al ver las criaturas que Sarra creó y que poblaban la tierra, y la ira de no poder dominar esta creación, fue lo que le condujo a dar nombre a Ruballa, trayendo la muerte a Mundo, y condenando a los seres mortales a consumirse poco a poco hasta ser arrastrados al olvido.

La Dama Silenciosa, como también se conoce a esta diosa, detesta toda la creación pues sólo ha conocido el tormento desde el primer instante de su existencia. Habita en un abismo, vacío de todo vestigio de luz y calor, rodeada de las almas sin descanso que vagan en eterna condena.

Todos los dioses se lamentaron al nacer Ruballa, y ejerciendo su poder reclamaron las almas de los mortales que les eran gratos, librándoles así de las garras de la Dama Silenciosa. Incluso el Lord Sombrío teme a su hija, ya que mientras el resto de su progenie anhela algo que él les puede ofrecer, la Señora de lo Efímero solo desea el cese de la existencia.

Es, no obstante, con los dioses creadores de vida, Sarra y Sirgga, con quienes su contienda es más feroz. Aunque la guerra entre Eldor y Trako siempre ha sido vista como el mayor de todos los enfrentamientos entre deidades, las posturas irreconciliables entre Sarra y Ruballa hacen que la suya sea una batalla aún más relevante, pues no es sobre el dominio de Mundo y la creación, sino sobre su misma permanencia.

La diosa Ruballa no suele visitar el mundo de los vivos, sin embargo, existen historias que relatan cómo se sirve del sueño de los mortales para comunicarse con ellos, sea para reclamar su servicio, sea para hacerles el fatídico anuncio de un próximo encuentro con ella.

Historia reciente

Como consecuencia de la Gran Guerra y los tiempos oscuros que vinieron tras ella, la muerte se convirtió en algo tan cotidiano en la vida diaria de las gentes que se necesitó encontrar una forma de aceptación e incluso de culto.

La superstición y el miedo hacia la no muerte, hacia los siervos de Ruballa, había comenzado a formar parte de la historia anterior al Advenimiento de la Niebla. Aunque no hay estudios concluyentes al respecto, los escritos de algunos Guardianes del Saber y de teóricos de la magia, consideran que el Cataclismo mágico afectó también a los fieles de Ruballa, que perdieron su poder para retornar y subyugar a los caídos.

Sin embargo, la muerte se cernía incontenible sobre las poblaciones supervivientes. Las sucesivas pestes, el constante estado de guerra, las hambrunas, etc., hicieron necesaria la existencia de personas que se ocuparan de los fallecidos, que retiraran sus cadáveres de las calles y de las casas de curación. Se crean entonces los mortuorios, grandes edificaciones intramuros en las que los cadáveres son preparados para el Juicio de Aidel, así como la Hermandad Hasmarita, encargada de ésta tarea tras las murallas de Nueva Angor desde finales del siglo tercero de la Cuarta Edad.

Clero y rituales

El culto a Ruballa no cuenta con una iglesia organizada o naciones que la adoren abiertamente - con la notable excepción de la Isla Kral - , aunque sus siervos han contado siempre con la fama de estar entre los más peligrosos de Mundo. Cuando un posible fiel de la diosa perece, Ruballa se le aparece proponiéndole servidumbre incondicional a cambio de un estado de salud aparente. Las desdichadas almas que aceptan se convierten en esclavos de la Dama Silenciosa, condenados a compartir su vacío. Sin embargo, estos esbirros de la diosa, pueden llevar una vida relativamente normal hasta que su señora demanda algo de ellos.

Además de las historias sobre los siervos de la Dama de lo Efímero, desde el inicio de los tiempos, la superstición con respecto a la diosa ha estado unida a ciertos rituales y tradiciones. El más extendido, recogido en diferentes compendios de mitos y costumbres de Mundo, se refiere a la noche de difuntos, durante la luna nueva del mes de Ruballa; se cuenta que en esa noche, duendes, hadas y seres mágicos de otra índole caminan por el mundo de los vivos. Las puertas y ventanas de las casas se cierran, y la luz de las velas alumbra el interior durante toda la noche.

La Hermandad Hasmarita

Fragmento del fresco de "La buena muerte". Mortuorio de Nueva Angor.

Al ser el territorio aldoriano un foco de constantes guerras y conflictos, la nueva religiosidad Angoriana llevó a la creación de egos y hermandades que dulcificaran el trance de la muerte, que se había convertido en un elemento muy presente del día a día de la ciudad.

De esta forma, al servicio de la cara más amable de Ruballa, Hasmar, surge la Hermandad Hasmarita, encargada de la atención a los moribundos en el Mortuorio de Nueva Angor. Nace durante los tiempos de tolerancia religiosa de la regencia de Elnal de Litiak, fundada por Lady Yserla, viuda de Donriel Oiranar, desaparecido en combate junto a un grupo de milicianos que patrullaba la zona sur de las Colinas del Adiós.

Las Hasmaritas son solamente mujeres, en su mayoría viudas de guerra. Cubren su cuerpo y su rostro con mantos, morados en el caso de las hermanas velantes, y amarillos para la Máxima Adoratriz de Hasmar, quien dirige el funcionamiento del mortuorio.

El cometido de esta hermandad, es el de preparar las almas de los moribundos y los cuerpos de los difuntos antes del sepelio, para que puedan ser llamados a la mesa de su dios protector y no queden vagando en la nada, a merced del beso de Ruballa. Además de guiar a las gentes en sus últimas plegarias, las hasmaritas preparan la mortaja con los símbolos de la deidad del difunto, pequeñas medallas y colgantes, que se prenden en el sudario y se entierran junto al cuerpo del fallecido con la creencia de que así se evita su retorno como siervo de la Dama Silenciosa.

Pese a que su labor es importante y necesaria, el pueblo tiende a mirar a las Hasmaritas con recelo, llevados por la superstición y por lo peculiar de su oficio, que mantiene a éstas mujeres en permanente contacto con la muerte.

No es inusual encontrar Hasmaritas por las calles de la ciudad, proclamando la necesidad de seguir a los dioses para evitar que los muertos caminen.

Egos

Sus Egos son: Hasmar, la cara natural de la muerte y Hares, la cara vil de la muerte.

Otros datos

  • Morada: Páramos Desolados.
  • Colores: Negro, morado y amarillos pálidos.
  • Áreas de influencia: La muerte, la enfermedad, las plagas, los cementerios.
  • Adoradores: Médicos, nigromantes, enterradores, dementes.
  • Arma favorecida: Segadora de Almas (guadaña)
  • Clase preferida: Ninguna.
  • Vestimentas predilectas: Ropajes austeros y sencillos.

Nombres en otras lenguas

  • Eyneo y lénico: Tánates (Muerte)
  • Yag: Neilias (La que trae el final)
  • Norteño: Khon (Gélida)
  • Númedon: Hieel (Reina de Sombras)
  • Kral: Ekat (Emperatriz)
  • Sirdaria: Thârgoz (Herrumbre)