Pyrene
Las islas Pyrene se sitúan más allá de las tierras de Denak, en el Oceáno Exterior, al norte del continente de Zantúrea. Su nombre procede del dialecto oóntida que significa tierra brillante.
Existen dos islas principales, con varias islas menores e islotes alrededor. Las costas son en general escarpadas, aunque hay calas y bahías protegidas que pueden servir de fondeaderos.
Poco se sabe de tierras tan lejanas a Aldor. En alguna fábula se mencionan estas islas como origen de grandes tesoros consistentes en perlas.
Al final de la Tercera Edad, sin embargo, se tuvieron noticias sobre sus habitantes. Al parecer se trata de gnomos, sin duda originarios de Merón, a los que se les ha dado el nombre de pyrnam. Gracias a los viajes de las expediciones angorianas de los siglos III y IV de la Cuarta Edad se pudo conocer algo más sobre estos misteriosos gnomos practicantes de la magia.
Las Seis Desgracias
Cuando a finales de la Tercera Edad se desencadenó el Advenimiento de la Niebla y la magia quedó separada del mundo, todos sus usuarios sufrieron enormemente. Pero quizá una de las sociedades que más sintió esa sacudida sin precedentes fueron los pyrnam.
Mientras el resto de regiones sufrieron en distintas formas el fin de la magia, la civilización de Pyrene se consumió, posiblemente más que ningún otro pueblo, al ver como se les arrancaba una pieza inherente tanto a su cultura como a su propio ser. A partir de entonces sufrieron las llamadas Seis Desgracias, que llevarían a su raza casi a la extinción:
- El apagón de Bura Patey: La Colmena Flotante de Bura Patey, corazón arcanocrático de las islas, perdió su brillo tan característico en una fuerte explosión. Prácticamente todos sus habitantes, excepto dos de los cinco representantes del Capitolio de Bura Patey, murieron en la hecatombe.
- La sangre seca: Muchos pyrnams de extrema longevidad, sostenidos por poderes arcanos, murieron inmediatamente.
- El azote del catarro blanco: Con la caída de los sortilegios de protección, los debilitados cuerpos de sus habitantes fueron devorados por el llamado catarro blanco, una enfermedad común que en ellos hizo grandes estragos.
- La muerte del nonato: Durante los años siguientes cada bebé nacido era un regalo consagrado a Lebrak, pues se calculaba que de cada 5 embarazos solo uno era fructífero.
- La larga pena: Durante un siglo el pueblo de Pyrene se vio castigado por un silencio asolador entre sus habitantes. Todos los rituales que un día vertebran sus fiestas populares, se acabaron. Muchos se volvieron ermitaños y salvajes, alejándose de los núcleos urbanos para convivir sólo con la tristeza. Bura Patey fue abandonada, y Cabo Cristal pasó a ser la nueva capital.
- El éxodo: Doscientos años después del Advenimiento, muchos jóvenes habían crecido sin haber visto nunca la magia, siendo esta un legado invisible más propio de las leyendas que de la realidad. La escasa calidad de vida y falta de prosperidad que ofrecía su territorio llevó a muchos pyrnam a huir de las islas. Son los relatos de éstos gnomos en distintas zonas del mundo los que han ido dando a conocer la verdadera historia de Pyrene.
Pyrene tras el fin de la Niebla
Los pyrnam tardaron casi una década en darse cuenta que la magia renacía lentamente en el mundo. Fueron los labios de Lacobina Panthae los que pronunciaron el primer conjuro después de más de 400 años. Lacobina era una joven de apenas 40 años que se encontró un pergamino traspapelado en su casa y, tras varios intentos de leerlo, este se desvaneció en una nube de humo, convocando a un pequeño colibrí de color rosa.
Desde entonces, empezó una desbocada carrera por generar nuevo conocimiento y recuperar todo el poder perdido. Con los años, movidos por el apasionado reencuentro con la magia y por una creciente reticencia —que en algunos casos roza el odio— hacia las otras razas, puesto que consideran que destruyeron la magia y trajeron las Seis Desgracias, los pyrnam evolucionaron más que nunca.
El antiguo Capitolio de Bura Patey se transformó en la Cima del Vigía, una colosal torre sobre el templo arcano dedicado a Lebrak, desde la que el nuevo consejo arcanocrático vigila permanentemente el uso mágico en el resto de regiones del mundo. Asimismo, se crea la figura de los Custodios de la Magia, gnomos pyrnam que bajo una identidad falsa viven infiltrados en otras regiones del mundo. Allí, velan porque el uso arcano de las otras razas no vuelva a descontrolarse y para prevenir un nuevo cataclismo.