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Si hay un bosque que nutre de leyendas todos los demás, ese es Palindro. Ubicado entre las estepas [[Tassia|tassianas]] y las llanuras de [[Veolia|veolianas]], el gran bosque recibe su nombre por los enormes y apreciados '''palindros''', árboles de gran porte cuya madera es apreciada por su belleza y propiedades. | |||
Poco se sabe del verdadero origen del bosque, aunque abundan los mitos en torno a su creación. El más extendido cuenta cómo [[Sarra]] regaló este territorio virgen a su hija [[Vryllia]], pero la joven diosa, aún en su etapa más libre y salvaje, rehusó el presente. En su lugar, confió la foresta a su fiel loba Gon'diren, para que la convirtiera en su hogar y territorio de caza. Desde entonces, Palindro es considerado un lugar sagrado por los fieles de la diosa de la vida. | |||
Los druidas que habitan el bosque lo protegen con celo y sus zonas profundas están vedadas a los forasteros. Algunos dicen que todavía se pueden escuchar los ecos del aullido de Gon'diren al caer la noche, y hay quienes aseguran haber visto criaturas antiguas, hechas de savia y tierra, que defienden su territorio de la presencia de extraños, sin importar sus intenciones. | |||
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Palindro | [[Image:palindro01.jpg|240px|thumb|right|El musgo recubre los milenarios troncos en Palindro]] | ||
Palindro ha tenido escaso protagonismo en la historia política de los mortales, salvo por la exportación de exóticas artesanías y las expediciones fallidas de ambiciosos exploradores a lo largo del tiempo. Sin embargo, esto cambió de forma trágica a finales de la [[Tercera Edad]], cuando el [[Daegan el Archinigromante|archinigromante Daegan]], imbuido de los poderes oscuros de [[Ruballa]], maldijo el bosque abriendo paso a las huestes de [[leakhán|Trako]]. Los árboles y todo lo que en él habitaba se marchitó, y durante siglos no quedó más que un paisaje gris de ceniza y devastación. La herida en la naturaleza fue tan profunda que se dice que todos los druidas de [[Mundo]] sintieron morir una parte de si mismos. | |||
[[ | Durante buena parte de la [[Cuarta Edad]] la mayor parte de Palindro fue una tierra estéril, hasta que, transcurridos varios siglos, comenzaron a aparecer los primeros brotes verdes. Este renacimiento coincidió con el [[Magia#El Advenimiento de la Niebla|fin de la Niebla]] y el retorno gradual de la magia. Muchos druidas se sintieron atraídos hacia el bosque, lo que dio origen a la '''Hermandad del Renacimiento''', un círculo druídico que protege y alimenta su recuperación, con la esperanza de que el lugar bendecido por las diosas Vryllia y Sarra vuelva a ser lo que un día fue. | ||
La [[Imperio leakhán|ocupación Leakhán]] complicó durante algún tiempo el proceso de recuperación. Cuentan las crónicas que muchas nuevas arboledas fueron dañadas, y la Hermandad del Renacimiento mantuvo un pulso constante con los invasores, avanzando y retrocediendo sin dar tregua, teniendo que abandonar santuarios y creando otros nuevos. Durante más de un siglo, los druidas resistieron como pudieron, ocultos entre los árboles o en las lindes del bosque. Esta larga confrontación transformó a la Hermandad en algo más que guardianes y cuidadores, convirtiéndolos en un círculo mucho más combativo, centinelas implacables del equilibrio del bosque. | |||
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Revisión actual del 12:22 11 jul 2025
Si hay un bosque que nutre de leyendas todos los demás, ese es Palindro. Ubicado entre las estepas tassianas y las llanuras de veolianas, el gran bosque recibe su nombre por los enormes y apreciados palindros, árboles de gran porte cuya madera es apreciada por su belleza y propiedades.
Poco se sabe del verdadero origen del bosque, aunque abundan los mitos en torno a su creación. El más extendido cuenta cómo Sarra regaló este territorio virgen a su hija Vryllia, pero la joven diosa, aún en su etapa más libre y salvaje, rehusó el presente. En su lugar, confió la foresta a su fiel loba Gon'diren, para que la convirtiera en su hogar y territorio de caza. Desde entonces, Palindro es considerado un lugar sagrado por los fieles de la diosa de la vida.
Los druidas que habitan el bosque lo protegen con celo y sus zonas profundas están vedadas a los forasteros. Algunos dicen que todavía se pueden escuchar los ecos del aullido de Gon'diren al caer la noche, y hay quienes aseguran haber visto criaturas antiguas, hechas de savia y tierra, que defienden su territorio de la presencia de extraños, sin importar sus intenciones.
Historia
Palindro ha tenido escaso protagonismo en la historia política de los mortales, salvo por la exportación de exóticas artesanías y las expediciones fallidas de ambiciosos exploradores a lo largo del tiempo. Sin embargo, esto cambió de forma trágica a finales de la Tercera Edad, cuando el archinigromante Daegan, imbuido de los poderes oscuros de Ruballa, maldijo el bosque abriendo paso a las huestes de Trako. Los árboles y todo lo que en él habitaba se marchitó, y durante siglos no quedó más que un paisaje gris de ceniza y devastación. La herida en la naturaleza fue tan profunda que se dice que todos los druidas de Mundo sintieron morir una parte de si mismos.
Durante buena parte de la Cuarta Edad la mayor parte de Palindro fue una tierra estéril, hasta que, transcurridos varios siglos, comenzaron a aparecer los primeros brotes verdes. Este renacimiento coincidió con el fin de la Niebla y el retorno gradual de la magia. Muchos druidas se sintieron atraídos hacia el bosque, lo que dio origen a la Hermandad del Renacimiento, un círculo druídico que protege y alimenta su recuperación, con la esperanza de que el lugar bendecido por las diosas Vryllia y Sarra vuelva a ser lo que un día fue.
La ocupación Leakhán complicó durante algún tiempo el proceso de recuperación. Cuentan las crónicas que muchas nuevas arboledas fueron dañadas, y la Hermandad del Renacimiento mantuvo un pulso constante con los invasores, avanzando y retrocediendo sin dar tregua, teniendo que abandonar santuarios y creando otros nuevos. Durante más de un siglo, los druidas resistieron como pudieron, ocultos entre los árboles o en las lindes del bosque. Esta larga confrontación transformó a la Hermandad en algo más que guardianes y cuidadores, convirtiéndolos en un círculo mucho más combativo, centinelas implacables del equilibrio del bosque.