Caper
Nota: Texto en proceso de actualización
Capital de Veolia.
Información conocida anterior a la Gran Guerra
Como muchas grandes ciudades veolianas se encuentra encima de una pequeña meseta desde la que controla los territorios hasta donde llega la vista. Su estructura amurallada sumada a la ventaja estratégica que le proporciona su altura convierten Caper en una posición fácilmente defendible contra posibles invasores.
Pese a ser la capital, la estructura interna de la ciudad es bastante sencilla y mantiene en su tradición constructiva elementos que recuerdan el pasado nómada de sus habitantes. El interior de las murallas se articula por medio de plazas utilizadas como zonas de mercado y calles estrechas con pequeños barrios en forma de colmena.
Hay muchos habitantes que aún dentro de los muros viven en tiendas de piel, sobre todo mercaderes itinerantes y pequeñas agrupaciones familiares de paso estacional por el gran camino del este. Las casas tradicionales son de adobe cocido con cubiertas de estera, fabricadas con carrizo trenzado, un tipo de planta propio de la zona.
Entre los edificios comunales destaca el Templo azul, dedicado a Vryllia; un imponente edificio de piedra y ladrillos esmaltados que reúne a toda la población de la capital y a muchos veolianos de otras tribus en las festividades del Gran Toro, realizadas en época estival, coincidiendo con las migraciones de toros veolianos desde las pequeñas a las grandes llanuras. Conmemoran la época en la que todos los veolianos tenían que vagar de un lado a otro en busca de alimento hasta el día que Vryllia, en forma de toro alado, les mostró los lugares por los que cada estío ella les proporcionaría el alimento necesario para pasar el invierno. De esta forma, según la antigua tradición transmitida por los chamanes, nació el gran camino del este y las ciudades veolianas.
La fundación de Caper data del 10 dV (el correspondiente al 433 aA en cronología aldoriana) y está en territorio de la tribu Garnar.
Datos después de la Gran Guerra
Poco se conoce de Caper tras la Gran Guerra. Se sabe por los refugiados, que Veolia y sus ciudades no sufrieron mejor suerte de la que corrieron los aldorianos. Las ciudades, destruídas y abandonadas, debieron ir convirtiéndose en montones de ruinas y los pocos supervivientes se dispersaron por todo el territorio buscando lugares más seguros.