Aidow
Aidow es un espíritu inmortal, fue la primera y única reina de los yag y, tras su traición, señora de los yagûl, los elfos oscuros. Se le conoce con distintos nombres: la reina de los desterrados, la reina negra o la Bruja de las Pesadillas son los más comunes.
Las crónicas apuntan que Aidow fue una de las primeras elfas yag que abrieron los ojos tras la creación de los mortales por obra de Sirgga. Aidow quedó maravillada enseguida por la luz cálida de Eldor y se convirtió en su más leal sacerdotisa, y tanta era su devoción que su propia luz era capaz de destruir a los sombras y demonios de fuego de Trako. Pero Aidow fue engañada por el dios del fuego, y su caída precipitó a sus seguidores a la eterna oscuridad del interior de la tierra.
La caída de Aidow
Durante siglos Aidow sirvió con devoción a Eldor. Luchó contra el Mal en todas sus formas, y siempre estuvo en primera línea de batalla contra cualquier enemigo que pudiera amenazar a sus hermanos elfos. Debido a su entrega y sacrificio, los yag la aclamaron como reina y ella aceptó, con la esperanza de guiar a su pueblo con sabiduría y firmeza. Su ascenso al trono fue el inicio de su caída. Comenzó a sentir una inquietud creciente, asaltada por oscuros presagios en los que se convertía en todo aquello que había jurado destruir. Buscó consuelo en Eldor, pero en su desesperación solo encontró el silencio del dios. Trako aprovechó entonces la debilidad de la reina elfa y urdió un plan para arrebatar a Aidow de la senda de la luz, enviando a Zoroamatael, el demonio cambiante, para infiltrarse en la corte de la reina y socavar su voluntad lentamente.
Zoroamatael logró plantar la semilla de la desconfianza, haciendo que cada día la reina se alejara más de Eldor. Su resentimiento hacia el dios del aire terminó por hacerse público, pues la reina demandaba algo más que muda gratitud por los siglos de servicio y la gran cantidad de vidas yag perdidas en defensa de la luz, y denunciaba que Eldor no trataba a sus servidores predilectos con la justicia que merecían.
Muchos yag vieron la corrupción en el corazón de Aidow, pero los leales a la reina se mantuvieron a su lado. Divididos, la guerra entre elfos empezó.
Las guerras élficas y el exilio de los seguidores de Aidow
La guerra fratricida entre elfos fue devastadora. A pesar de ser más numerosos, los elfos leales a Eldor perecían frente a la reina renegada que cada vez atesoraba más y más poder. La sangre de los elfos cubrió todas las tierras; Aidow, llena de odio y convertida en la primera de los heraldos de Trako, amenazaba con aniquilar a toda la raza yag, lo que precipitó la intervención directa de Eldor. El dios de la luz maldijo a Aidow y a sus partidarios y los condenó a vivir ocultos en la sombra de las entrañas de Mundo.
En un acto definitivo de arrogancia Aidow se enfrentó a la luz de Eldor, negándose a cumplir con la voluntad divina y aceptar el destierro junto a los suyos. La reina negra sufrió el mismo destino que tantas criaturas malignas habían sufrido antes a sus propias manos, y su cuerpo se convirtió en cenizas. Sin embargo, Aidow no fue del todo destruída y su esencia pervivió. Unos dicen que Eldor se apiadó de la que una vez fue su mayor devota, y dejó abierto el camino de la redención; otros creen que Trako intervino, pues nunca había visto un mortal tan capaz para la traición; y algunas leyendas cuentan que fue Ruballa quien intercedió por ella, intrigada por los secretos del espíritu torturado de la reina elfa. Sea cual sea la historia, el cuerpo mortal de Aidow quedó destruido y sus partidarios, los yagûl, se exiliaron bajo tierra huyendo de la luz que ahora quemaba sus ojos.
El destierro de Aidow
El espíritu inmortal de Aidow fue desterrado a algún lugar del mundo onírico, donde habita entre el delirio y el desasosiego, torturada eternamente por los terribles presagios que llevaron a su caída.
Se dice que mora en los rincones más oscuros del mundo de los sueños, consumida por la amargura y el odio hacia Eldor y Trako, que la utilizaron en sus guerras de poder. Desde allí atormenta con sus pesadillas a los mortales que inconscientemente se adentran en sus dominios. Incluso las traviesas hadas que se acercan demasiado a la morada de Aidow terminan perdiendo su luz y transformadas en una versión oscura de sí mismas.
Sin embargo, es posible tratar con la bruja de las pesadillas. Los yagûl la veneran como a una diosa; aunque Aidow ve en ellos el reflejo de su propio fracaso, los tolera para no quedarse completamente sola. Sus seguidores acuden en busca de poder y conocimiento, un juego muy peligroso que puede acabar con la cordura del más cabal de los mortales. Aidow es un ser retorcido que se alimenta del dolor, la desesperanza y la fatalidad de la pérdida, y no dudará en arrastrar a cualquiera que se acerque demasiado; pocos salen ilesos del encuentro.